"Hola,
guapa, ¿qué tal estás?"
La chica, de ojos verdes y una larga
y lisa melena castaña, se encuentra tumbada boca abajo en su cama. Lleva así
más de media hora, sin hacer nada más que pensar. Cuando el sonido del Whatsapp
perturba sus reflexiones, suspira y extiende la mano para coger el móvil, con
la intención de ponerlo en silencio, pero cambia de idea al ver quién le
hablado. No es capaz de dejar sin contestación a Nico así que se incorpora
apoyándose en los codos y responde.
"Mal"
El chico apenas tarda unos segundos
en contestar.
"¿Por?"
"¿Tú qué crees?"
"Olvida
a ese idiota"
Alba suspira. Nico ha repetido tanto
esa frase en el último mes... Pero ella no puede evitarlo, no puede evitar que
Tomás ocupe la gran mayoría de sus pensamientos, por mucho que le duela. Ha
sido así desde que rompieron, y por ahora no parece que vaya a cambiar.
"Como si fuese tan fácil"
"Tienes
que intentarlo"
La chica sonríe levemente mirando al
móvil antes de contestar. Nico ha sido su gran apoyo en todos los problemas que
ha tenido, desde que tenían seis años, siempre intentando animarla. Le echa mucho
de menos; este año, por primera vez desde que el chico se mudó, no se han
visto. El padre de él decidió cancelar las vacaciones anuales que solían hacer
y Alba no puede evitar guardarle rencor por ello. Aunque solo fuese una semana
al año, era su tiempo con Nico, y ahora no tenía ni eso.
"Lo intento"
"Pero le echo de menos"
"Es
un idiota"
"A
los idiotas no se les echa de menos"
La sonrisa se convierte en una
pequeña carcajada.
"Tú también eres un idiota y también te echo de
menos"
"Es
distinto"
"Yo
soy un idiota encantador ;)"
Alba va a responder, pero debajo del
nombre del chico aparece "escribiendo..." y espera.
"Además,
pronto no me echarás de menos"
"¿Por?"
"Tengo
una buena noticia"
"¿TÚ PADRE HA CAMBIADO DE OPINIÓN Y VIENES?"
"No"
La ilusión que había empezado a
crecer en Alba se desvanece y la chica vuelve a dejarse caer sobre la cama con
un bufido. El Whatsapp silba una vez y luego otras dos. Sin incorporarse, Alba
abre nuevamente la conversación con Nico.
"No
voy por una semana"
"Voy
para quedarme"
"Para
siempre"
-¿En serio?-susurra Alba, aunque no
haya nadie para oírla.
"¿De verdad?"
"Desconfiada"
"¿Cuándo
te he mentido yo?"
"Miles de veces"
"Eso
es lo de menos"
"Pensaba
que te haría ilusión saber que vuelvo..."
"Nah, no es gran cosa"
"Mentirosa"
"Te
va a crecer la nariz"
Alba casi puede ver la sonrisa en el
rostro de Nico, esa sonrisa de oreja a oreja que la ha acompañado durante
tantas tardes de verano. Una sonrisa idéntica a la que ahora mismo adorna su
propia cara.
"¿Cuándo vienes?"
"En
una semana estoy ahí"
"¿Por qué no me lo has dicho antes?"
"Porque
tenía que creérmelo yo primero"
"Vuelvo
a casa"
A la chica le parece tierno que siga
llamando casa a ese edificio en el que apenas vive desde hace más de diez años,
pero no es consciente de que se equivoca.
Poco después de la muerte de la
madre del chico, su padre decidió mudarse. Desde entonces viajaron de un lado a
otro, sin estar mucho en ninguna parte. Últimamente pasaban más tiempo en los
sitios pero Nico pasó casi toda la infancia sin amigos de verdad, aunque nunca
le importó. En parte porque comprendía que su padre quería huir del recuerdo de
su madre y en parte, y sobre todo por esto, porque tenía a Alba. Ella fue un
constante en su vida; la única persona que jamás se olvidaba de él, por muy
lejos que fuese. Nunca pasó más de una semana sin noticias de la chica y
esperaba esos pocos días en verano como cualquier otro niño espera el día de
Navidad, porque sabía que podría estar con ella. Por eso, para Nico, su casa no
es un edificio; es cualquier lugar en el que esté Alba. Pero eso ella no lo
sabe.