martes, 17 de junio de 2014

Capítulo I


"Hola, guapa, ¿qué tal estás?"

La chica, de ojos verdes y una larga y lisa melena castaña, se encuentra tumbada boca abajo en su cama. Lleva así más de media hora, sin hacer nada más que pensar. Cuando el sonido del Whatsapp perturba sus reflexiones, suspira y extiende la mano para coger el móvil, con la intención de ponerlo en silencio, pero cambia de idea al ver quién le hablado. No es capaz de dejar sin contestación a Nico así que se incorpora apoyándose en los codos y responde.

"Mal"

El chico apenas tarda unos segundos en contestar.

"¿Por?"

"¿Tú qué crees?"

"Olvida a ese idiota"

Alba suspira. Nico ha repetido tanto esa frase en el último mes... Pero ella no puede evitarlo, no puede evitar que Tomás ocupe la gran mayoría de sus pensamientos, por mucho que le duela. Ha sido así desde que rompieron, y por ahora no parece que vaya a cambiar.

"Como si fuese tan fácil"

"Tienes que intentarlo"

La chica sonríe levemente mirando al móvil antes de contestar. Nico ha sido su gran apoyo en todos los problemas que ha tenido, desde que tenían seis años, siempre intentando animarla. Le echa mucho de menos; este año, por primera vez desde que el chico se mudó, no se han visto. El padre de él decidió cancelar las vacaciones anuales que solían hacer y Alba no puede evitar guardarle rencor por ello. Aunque solo fuese una semana al año, era su tiempo con Nico, y ahora no tenía ni eso.

"Lo intento"
"Pero le echo de menos"

"Es un idiota"
"A los idiotas no se les echa de menos"

La sonrisa se convierte en una pequeña carcajada.

"Tú también eres un idiota y también te echo de menos"

"Es distinto"
"Yo soy un idiota encantador ;)"

Alba va a responder, pero debajo del nombre del chico aparece "escribiendo..." y espera.

"Además, pronto no me echarás de menos"

"¿Por?"

"Tengo una buena noticia"

"¿TÚ PADRE HA CAMBIADO DE OPINIÓN Y VIENES?"

"No"

La ilusión que había empezado a crecer en Alba se desvanece y la chica vuelve a dejarse caer sobre la cama con un bufido. El Whatsapp silba una vez y luego otras dos. Sin incorporarse, Alba abre nuevamente la conversación con Nico.

"No voy por una semana"
"Voy para quedarme"
"Para siempre"

-¿En serio?-susurra Alba, aunque no haya nadie para oírla.

"¿De verdad?"

"Desconfiada"
"¿Cuándo te he mentido yo?"

"Miles de veces"

"Eso es lo de menos"
"Pensaba que te haría ilusión saber que vuelvo..."

"Nah, no es gran cosa"

"Mentirosa"
"Te va a crecer la nariz"

Alba casi puede ver la sonrisa en el rostro de Nico, esa sonrisa de oreja a oreja que la ha acompañado durante tantas tardes de verano. Una sonrisa idéntica a la que ahora mismo adorna su propia cara.

"¿Cuándo vienes?"

"En una semana estoy ahí"

"¿Por qué no me lo has dicho antes?"

"Porque tenía que creérmelo yo primero"
"Vuelvo a casa"

A la chica le parece tierno que siga llamando casa a ese edificio en el que apenas vive desde hace más de diez años, pero no es consciente de que se equivoca.


Poco después de la muerte de la madre del chico, su padre decidió mudarse. Desde entonces viajaron de un lado a otro, sin estar mucho en ninguna parte. Últimamente pasaban más tiempo en los sitios pero Nico pasó casi toda la infancia sin amigos de verdad, aunque nunca le importó. En parte porque comprendía que su padre quería huir del recuerdo de su madre y en parte, y sobre todo por esto, porque tenía a Alba. Ella fue un constante en su vida; la única persona que jamás se olvidaba de él, por muy lejos que fuese. Nunca pasó más de una semana sin noticias de la chica y esperaba esos pocos días en verano como cualquier otro niño espera el día de Navidad, porque sabía que podría estar con ella. Por eso, para Nico, su casa no es un edificio; es cualquier lugar en el que esté Alba. Pero eso ella no lo sabe.

sábado, 14 de junio de 2014

Prólogo

El niño está sentado en el columpio, pero no se balancea. Lleva ahí, sin hacer nada más que mirar al suelo desde que llegaron a esa casa. Sabe que su padre está dentro, hablando con la familia que vive allí, pero él no ha querido estar presente.

Aunque es muy pequeño, apenas ha cumplido seis años, es lo suficientemente mayor para saber que su madre no va a volver. Hace tan solo una semana que se fue, pero la echa muchísimo de menos.

"¿Mami no va a volver?"-había preguntado, mirando sin entender a su padre, que, con los ojos llenos de lágrimas, intentaba darle la noticia de forma suave. 

"No, Nico, pero ahora está en un lugar mejor. Y estoy seguro de que sigue cuidando de ti desde allí." La voz de su padre se había quebrado al terminar de hablar.

"¿Pero por qué se ha ido?"

Había repetido esa pregunta muchas veces, a todos aquellos que quisieron escucharle, pero ninguna respuesta parecía contentarle.

"Mami decía que no me dejaría solo. Que nunca se iba a ir."

Pero lo había hecho.

En el funeral, todo el mundo había vestido de negro. Al pequeño Nicolás eso no le gustó nada. El negro era triste, y su madre había sido alegre.

Se habían sentado en primera fila y su padre había escondido la cabeza entre las manos. Aunque no pudo verlo, Nico sabía que estaba llorando.

"No te preocupes, papá, mami seguirá cuidando de ti aunque se haya ido."

Y su padre le había abrazado y le había dicho que tenía razón y que le quería mucho.

Pero ahora Nico está solo y, la verdad, lo prefiere así. Desde el funeral la gente había sido muy molesta, todo el rato preguntándole como estaba y dándole abrazos y besos. Era muy agobiante.

"Echo de menos los besos de mamá."-piensa Nico.

Y eso que siempre se había quejado de ellos.

"Mamá, no me babes la cara."-solía decir, y su madre se reía.
           
"Mientras seas pequeño, tendrás que aguantarte."

"Yo no soy pequeño."

-Hola.

Nico alza la vista y se encuentra con unos grandes ojos verdes que le miran fijamente. Es la niña que vive en esa casa, Alba. Se sienta en el columpio de al lado, sin dejar de mirarle.

Han jugado juntos alguna vez, pero aún así no son muy amigos, al fin y al cabo, Alba es una chica. Y a Nico las chicas le parecen unas tontas.

-Hola. -responde, desviando la vista.

-Mis papás están hablando con el tuyo.-explica ella, como si Nico no lo supiese.

-Ya.

-Mamá ha dicho que salga a ver cómo estás.

-Estoy bien.

-¿En serio?

No le cree y, al contrario del resto de personas, no intenta disimularlo. Alba es demasiado pequeña, demasiado ingenua para engañar para no hacer daño.

-Si.-responde Nico, empezando a molestarse.

-¿No echas de menos a tu mamá?-se extraña ella, sin entender que el chico miente.

Él la fulmina con la mirada y es entonces cuando Alba se da cuenta de que ha hablado de más y es su turno de desviar la mirada.

-Lo siento.-susurra, con la vista clavada en sus zapatos.

-Estoy bien.-repite el chico.

Permanecen en silencio un rato. Nico no entiende porque la chica no se marcha y se lo pregunta.

-No voy a dejarte solo.-responde, como si fuera obvio, y empieza a balancearse en el columpio.

-Mamá dijo lo mismo.-murmura el niño, sin darse cuenta, y se limpia las lágrimas que empañan de repente sus ojos.

-Ella no quería irse, estoy segura.

-Pero se fue. Y ahora estoy solo.

-Tienes a tu papá.

Nico asiente, eso es cierto pero, de alguna manera no es lo mismo.

-Papá nunca tiene tiempo para jugar conmigo. -explica.- Tiene mucho trabajo.

"Papá te quiere mucho, muchísimo, por eso trabaja tanto, para que puedas tener lo mejor de lo mejor"-le había explicado su madre.

-Pues yo jugaré contigo.-sentencia Alba sonriendo.

-¿En serio?

-Claro.

-¿Por qué?

La chica para de balancearse y le vuelve a mirar. Tiene los ojos muy grandes, a Nico le ponen nervioso. Ella gira la cabeza, pensativa y después sentencia:

-Porque me gustas.


Y así, tras ser la primera chica que se le declara, aunque por aquel entonces no tenía la misma importancia, Alba se levanta del columpio y vuelve a entrar en su casa, dejando atrás a un Nico bastante confuso.